Cuando el sonar -o los prismáticos- detecta un grupo de peces, las lanchas despliegan a toda velocidad una red de 1,8 kilómetros de perímetro. Una vez encerrados, los atunes son transferidos a una granja rígida, en una compleja operación. Un remolcador trae la granja, y los buzos abren un paso. Una vez en la jaula, los atunes son llevados muy lentamente hacia sus zonas de cría (Tarragona, Cartagena, Malta, Libia...), donde son engordados y, en otoño, cuando tienen más grasa, vendidos.
Muchos acabarán en el mercado de Tokio para ser desgustados como sushi, pero también van a Londres o Madrid. El atún rojo se ha pescado en el Mediterráneo desde hace milenios, pero el cerco, implantado en los noventa, supuso un avance enorme para los pescadores, y un paso hacia el abismo para la especie. La pesca masiva, muy por encima de las cuotas y llena de trapacerías -según reconoce hoy todo el sector- la llevó al borde de la extinción. "Hace tres años esto era la jungla", admite un coordinador de la Agencia de Control de las Pesquerías Comunitarias (CFCA en inglés). "En aguas internacionales no inspeccionaba nadie", dice desde el Jean Charcot, el barco de 74 metros desde el que inspectores de España, Italia, Malta y Francia vigilan los cerqueros. El coordinador exige anonimato para evitar presiones de la industria -tal es el grado de disputa-. Su presencia ha echado a la flota turca y a buena parte de la libia. No actúan bajo la bandera de la UE, sino de la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (ICCAT), y puede inspeccionar cualquier barco en aguas internacionales.
El día anterior, escucharon cómo un barco de Greenpeace intentaba impedir el cierre del primer cerco. "Oímos por radio cómo los pescadores tiraban bengalas al helicóptero de los ecologistas", dice uno de los tripulantes del Jean Charcot. Un ecologista fue herido en la pierna por un arpón y una de sus lanchas fue hundida. Los conservacionistas de Sea Shepherd, mucho más radicales, con una bandera pirata, estaban también en Malta.
Hasta entonces, el mal tiempo había impedido la pesca y no había nada que revisar. Desde ese momento, los atunes se juntaron y la UE cerró las pesquerías solo seis días después porque se había superado la cuota.