Los arrecifes artificiales son una forma eficaz de combatir la degradación de los ecosistemas marinos y recuperar especies amenazadas. La idea consiste en sumergir diversos objetos, como bloques de hormigón cúbicos y vigas de hierro en cruz o pecios (barcos hundidos).
Los arrecifes artificiales evitan que las destructivas redes de arrastre realicen su trabajo y suponen un lugar sobre el que se pueden fijar todo tipo de animales, plantas y organismos vivos, como algas, corales u ostras. Por su parte, diversos peces aprovechan sus recovecos para asentar su hogar.
Diversos estudios han demostrado que los arrecifes artificiales favorecen al cabo de unos pocos años la recuperación de la zona dañada y de la pesca artesanal y sostenible. Según la organización Oceana, algunas investigaciones han señalado cifras de volúmenes de fauna hasta 35 veces superior a las encontradas en fondos circundantes. Un estudio sobre pecios a diferentes profundidades en el Golfo de México demostró que especies amenazadas como los corales de profundidad de los géneros Lophelia y Oculina colonizaban estas estructuras.
Los responsables del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino (MARM) aseguran que los arrecifes artificiales reducen la mortalidad de las fases juveniles antes de su reproducción, facilitan fuentes de alimentación para determinadas especies y posibilitan la supervivencia de adultos reproductores en zonas nuevas y la mejora en la gestión de los usos de estos recursos.