La semana antepasada, la acosada industria del petróleo contraatacó: pese al flujo de crudo que sigue dañando al Golfo de México, protestaron en contra de una moratoria estadounidense a las perforaciones en aguas profundas.
EL 29 de junio, gerentes de la industria petrolera internacional se reunieron en una cena de gala en Londres. Antes, sin embargo, hicieron un serio llamado al Presidente de Estados Unidos. “Obviamente estamos preocupados”, dijo Steven Newman, jefe de Transocean, la compañía cuya plataforma de perforación Deepwater Horizon explotó en el Golfo de México el 20 de abril. Pero Newman no hablaba de los cerca de 9 millones de litros de crudo que fluyen todos los días al mar en el sitio del accidente.
El principal ejecutivo de Transocean se refería a la moratoria que había declarado Barack Obama y que suspende las perforaciones en aguas profundas durante seis meses. Los colegas de Newman coincidieron en que era una sobrerreacción peligrosa de parte de la administración estadounidense. “El mundo necesita el petróleo y la energía que tendrá que venir de la continuidad de la producción en aguas profundas”, dijo Steve Westwell, de British Petroleum (BP). La moratoria será “un paso atrás para la seguridad energética”, afirmó Jay Prior, vicepresidente de desarrollo corporativo de la californiana Chevron.
Diez semanas después del desastre de la plataforma de perforación, el petróleo sigue derramándose en el Golfo de México. Hasta ahora, según estimaciones, se ha vertido al agua diez veces más petróleo que el derramado desde el buque Exxon Valdez cuando chocó contra un arrecife en Alaska en 1989. Por lo que hay un elemento de impudicia en los regaños de las petroleras a los políticos por la moratoria. Pero, ¿están abiertas a una reconsideración fundamental de nuestra dependencia del petróleo? Jamás. Las grandes empresas energéticas se basan en la avidez de la humanidad por el petróleo.
De hecho, el gobernador de Mississippi, el republicano Hayley Barbour, considera que la moratoria es algo mucho peor que el mismo derrame de petróleo. “No sólo es malo para la región, es malo para Estados Unidos”, dijo Barbour. Luego, un juez federal de Nueva Orleans revocó la veda. Una mejor supervisión y unas pocas normas nuevas de seguridad y la exploración petrolera en las más profundas aguas puede seguir: así es como ven la situación muchos estadounidenses.
En las últimas semanas, otros han demostrado fuera de EEUU que comparten ese punto de vista. El 30 de junio, Noruega otorgó licencias para exploración petrolera en 94 sectores del Mar del Norte. Un día antes, los accionistas de la compañía brasileña Petrobras aprobaron una oferta de acciones por 83,2 mil millones de dólares, la mayor de la historia. Petrobras usará este gigantesco capital para explorar yacimientos en aguas profundas fuera de las costas de Río de Janeiro. Y, ante la costa de Newfoundland, en Canadá, Chevron ha empezado a trabajar en un pozo a una profundidad de 2 mil 600 metros bajo la superficie del mar, más de mil metros más profundo que lo perforado por la siniestrada Deepwater Horizon.
El “triángulo de oro”
La exploración petrolera en aguas profundas proseguirá porque allí es donde está la mayoría de las nuevas fuentes de petróleo. Son las últimas fronteras. En 2002, sólo 3% de la producción mundial se originaba en las profundidades marinas; esa fracción subirá a 10% en dos años. La industria del petróleo ve su futuro en tres áreas del Atlántico: el golfo de México y las costas brasileñas y del África occidental conforman un “triángulo de oro” de la exploración petrolera en aguas profundas, con un potencial enorme aunque aún subdesarrollado.
“Todos pensaban que explorar en las profundidades del mar sería tan excitante como un viaje al espacio exterior”, dice Klaus Wallmann, del Instituto Leibniz de Ciencias Marinas de Kiel, Alemania. La realidad, sin embargo, era diferente. Comparado con las condiciones en el fondo del mar, volar a la luna resultaba fácil. A unos pocos miles de metros de profundidad la presión es tan grande que “es como estacionar un auto pequeño en la uña de un dedo”, dice Peter Linke, también del Instituto Leibniz, quien trabaja en proyectos a 6 mil metros de profundidad.
A estas profundidades, la presión del agua simplemente aplasta a la maquinaria. En la plataforma Deepwater Horizon, la hidráulica de la gigantesca válvula de seguridad sobre el lecho oceánico aparentemente falló. Esto no sorprende a Linke. Dice que estas fallas hidráulicas son “una ocurrencia de todos los días” a esas profundidades. El agua es también muy fría, alrededor de 2º Celsius.
A esas temperaturas, el gas que casi siempre está presente en los yacimientos petrolíferos forma hidratos, así como cristales de hielo, y éstos pueden bloquear las tuberías. “Los riesgos se multiplican exponencialmente en aguas profundas”, señala Linke. Los ingenieros de perforación no sólo deben lidiar con los efectos de esas profundidades; tienen que perforar a través de capas de roca. La distancia entre la plataforma de perforación y la fuente del petróleo es como la distancia entre un avión en vuelo y la tierra, explica el profesor Matthias Reich, del estado alemán de Sajonia. Las sólidas tuberías de acero pueden curvarse como alambre de florería.
Perforando a ciegas
En el punto de contacto entre tierra y maquinaria, un taladro hecho de diamante o tungsteno hiende la roca. En el “triángulo de oro”, el petróleo suele yacer bajo capas de sal de kilómetros de espesor. Estas cubren las reservas de petróleo y también amortiguan la tecnología sísmica que los ingenieros normalmente utilizan para encontrar petróleo. “Bajo la sal estaremos ciegos”, dice Inge Manfred Carlsen, de la empresa independiente de investigaciones noruega Sintef. Perforar a ciegas es peligroso, porque los ingenieros están obligados a calcular la presión en las cámaras donde está el petróleo. El codiciado recurso se sitúa en reservorios porosos de rocas, parecidos a esponjas. La primera vez que el taladro alcanza a uno de estos depósitos, la presión del petróleo que fluye hacia arriba debe ser igual a la presión del petróleo que hay abajo. Es como caminar en una cuerda floja; para obtener el resultado deseado, los especialistas inyectan en los hoyos barro de perforación, hecho de agua, arcilla, barita y otros ingredientes. Si los ingenieros no agregan suficiente presión, el petróleo puede brotar violentamente, causando una temida explosión.
Otra catástrofe potencial de la perforación en aguas profundas: el suelo submarino es todavía relativamente joven y por lo mismo contiene muchas burbujas de gas. Si el taladro perfora una de estas burbujas, todo podría irrumpir hacia arriba; es lo que se llama un “golpe de gas”.
Riesgos inentendibles
“Uno de cada cuatro pozos de exploración en las aguas profundas del Golfo de México deben ser abandonados debido a (estos) azares en la perforación”, dice Arthur Weglein, profesor de Física de la Universidad de Houston (EEUU). “Estamos corriendo riesgos que no entendemos”, agrega Robert Bea, de la Universidad de California en Berkeley. Bea dirige una investigación independiente sobre la catástrofe Deepwater Horizon.
La industria de la exploración petrolera se prepara ahora para más altos estándares de seguridad. Éstos incluirán probablemente sistemas más avanzados para cerrar el pozo en caso de emergencia, parecidos a los dispositivos de respaldo que se encuentran en cualquier planta de energía nuclear. En el futuro será también estándar poder activar remotamente un sistema de prevención de explosiones mediante el uso de una señal acústica. Pero ¿evitará todo esto desastres futuros?
La compañía brasileña Petrobras comenzó a aumentar agresivamente sus capacidades de producción. Produce ahora una cuarta parte de todo el petróleo extraído de fuentes submarinas a nivel mundial. Difícilmente existe otra compañía que cotice en bolsa con más reservas de petróleo a su disposición. La empresa podría asegurar el ingreso de Brasil a la liga de las naciones industrializadas y no se detendrá por un accidente en el Golfo de México.
“Un regalo de Dios”
A fines de 2007, los ingenieros de Petrobras descubrieron frente a Río de Janeiro el yacimiento submarino de Tupi, con reservas de entre 5 y 8 mil millones de barriles. Sólo unos pocos meses después, Petrobras informó del hallazgo de otros tres gigantescos yacimientos. El Presidente brasileño Lula da Silva lo describió como un “regalo de Dios”, aunque el obsequio se encuentra bajo dos kilómetros de océano, dos kilómetros de sal y tres kilómetros de otros sedimentos, a una profundidad de 7 mil metros. “Está entre los proyectos más complicados del mundo en términos de aguas profundas”, dice el analista Caio Carvalhal. También hay un auge potencial en la producción petrolera ante la costa de África, en particular frente a Ghana y Angola. Al mismo tiempo, compañías petroleras están explorando en el Ártico, donde se sospecha que hay ocultas grandes existencias de gas y petróleo; y eso a pesar de las particulares dificultades del frágil ecosistema de esa área.
Y mientras tanto, el crudo sigue vertiéndose en el Golfo de México. Y podrían venir cosas peores. Al investigador Linke le preocupa que el flujo de petróleo y los intentos por evitarlo puedan haber dañado las tuberías en la fuente petrolífera. En cuyo caso, gas y petróleo podrían empezar a surgir desde el lecho marino. “Es el peor escenario”, dice, y perforar para aliviar la presión sería en vano.
El plan de emergencia planteado por BP podría indicar el nivel de preocupación que tiene el gigante petrolero por esos escenarios de horror. El plan dice que las morsas deben ser protegidas, pese a que las morsas no viven en el Golfo de México. La compañía promete también los consejos de un experto, Peter Lutz. En caso de catástrofe, este biólogo de Boca Ratón, Florida, puede ayudar a evaluar los daños al medio ambiente. Pero los creadores del plan de emergencia no habían evidentemente conversado con ese experto específico desde hacía un tiempo: el profesor Lutz murió de cáncer hace cinco años.
Fuente: http://www.lanacion.cl